jueves, 6 de septiembre de 2007

CERRO VALLECITO. Los confines de la Puna

CERRO VALLECITO. Los confines de la Puna.

Ubicado en una zona prácticamente inexplorada de la Puna de Atacama, su total desconocimiento atrajo nuestra atención y encontramos el escenario adecuado para desarrollar al máximo el montañismo de exploración. Nuestra expedición realizó el primer ascenso por la ladera noreste y tercero a la cumbre, explorando el acceso desde el norte.

En los faldeos del Famatina y un viaje entretenido:
Luego de nuestro ascenso a la cumbre principal (Gral. Belgrano) del nevado de Famatina, nos despedíamos de Jaime Suárez, Mirta Sarmiento y Susana Miatello que volvían a Mendoza y de nuestros compañeros de montaña oriundos del bello pueblo de Famatina Adrián Carneiro, Raúl Salomón, Kevin Peralta y Jorge Vallejo y partíamos esa misma tarde hacia el Norte.
El grupo que continuaba viaje lo conformábamos Toni Moreno, Paulo Durso y yo. Toni, luego de su primer seis mil pero con un gran bagaje de experiencias encima le daba ese toque especial al grupo, que junto con sus amargos hacía de las conversaciones cotidianas todo un tema. Paulo, luego de su rencuentro con la montaña iba tomando un lugar trascendente dentro del grupo. Finalmente yo, manejando hacia otro objetivo iba pensando cada movimiento para hacer rentable una vez mas nuestro paso por la Puna. Exaltados, pero con la tranquilidad que nos brindaba el paisaje, avanzábamos por las rutas con destino a la provincia de Catamarca. Un paisaje reconfortante y un atardecer apaciguador eran el motivo de nuestras placenteras vidas. Por delante no teníamos un seismil quinientos donde debíamos medir nuestras fuerzas y esfuerzos, sino un camino hermoso que nos llevaría primero a varias noches cálidas y luego al desierto en busca de un seis mil quizá virgen.
Esa noche del viernes 21 de marzo luego de haber recorrido unos 200 kilómetros desde Famatina llegamos a Belén en el NO del bolsón de Papinaco, sobre la ruta 40, en la provincia de Catamarca. A 1240 metros sobre el nivel del mar, el aire nos sobraba para recorrer ésta importante población de mas de 20.000 habitantes. Fundada en 1681 por el sacerdote Bartolomé de Olmos y Aguilera, se encuentra en la boca de la quebrada de Belén, donde el río homónimo sale al llano para perderse en los arenales. Está rodeada por sierras con vegetación y sobresale el cerro Tiro con su imagen de la Virgen.
Nos alojamos en el hotel Gómez y por $ 10 dormimos y nos bañamos. Durante la calurosa noche con Paulo fuimos a caminar y aprovechamos para comer unas hamburguesas. Al volver al hotel encontramos a Toni acostado mirando televisión, luego de compartir unos momentos y seguir observando lo que transmitía la tele nos dormimos. Al rato sentimos que el viejo a los gritos increpaba a un ocasional conductor que ponía en marcha su vehículo estacionado frente a nuestra ventana. Toni siguió vociferando hasta que finalmente partió y así pudimos conciliar el sueño ya sin auto ni estridentes aullidos de viejo carcamán.
Luego de unos mates arreglamos la cubierta pinchada y acompañamos a Toni a tomar un café con leche. Cerca de las 10 de la mañana salíamos a la ruta y continuábamos viaje.
Los primeros 52 kilómetros hasta Hualfin los hicimos por un ancho camino en medianas condiciones a la vera del río Belén. Continuamos por la 40 hasta Punta de Balasto y almorzamos en Santa María. Toni contó nuevamente su viaje en bicicleta por estos lares y monotemático las anécdotas ya vivenciadas incluso por nosotros mismos años atrás. No en vano hasta los mendocinos encarnados en los ácidos comentarios de Jaime lo han hecho centro de cargadas y comentarios graciosos al viejo y sus andanzas por aquí por allá, con su amigo el vasco, su carpa Fugate con parantes rotos y el paso de San Francisco!!!!
Cruzamos a Tucumán y nos regocijamos con las sombras de los árboles del centro de Amaicha del Valle, y a que si saben, Toni contó otro bagaje de anécdotas y en algunas hasta nosotros aparecíamos, en la ocasión que acarreamos la camioneta de Fabián González sin motor, luego de haber escupido una biela en el Ojos del Salado.
Cruzamos las cumbres Calchaquíes y continuamos hasta Cafayate. Ya en el extremo sur del valle Calchaquí y a 1660 metros nos sorprendió una vez mas con toda su actividad viñatera. Siete bodegas se asientan cerca del casco urbano y llama la atención su plaza llena de artesanos y hippies rescatados de la década de los setenta. Compramos tortillas y fuimos a tomar mate a la plaza. Conversábamos tranquilamente hasta que Toni comenzó con mas anécdotas y para mejor se acercó uno de los personajes sobreviviente de la década de la paz y el amor libre para conversar con....Toni, otro ser vivo de esa especie. Varios temas se tocaron, pasamos de música a drogas lícitas e ilìcitas, de viajes por toda América a amores de juventud, de jovencitas (de actuales 50 a 60 años) que conocieron hace algún tiempo, en fin de aventuras que con Paulo escuchamos expectantes. Finalmente subimos a la camioneta y continuamos insertos en el bello paisaje recorriendo los 190 kilómetro finales de viaje hasta Salta. Pasamos por la Garganta del Diablo, el obelisco y magníficas esculturas de impactantes colores.
Embriagados por el color y la belleza continuamos ya casi al anochecer hasta Alemania. El pequeño poblado, de otra época y de otro clima, mas húmedo, nos impactó. Llegó la noche y recién salimos de nuestra embriaguez y continuamos viaje casi en silencio.
Llegamos a Salta a las 21 horas y llamamos por teléfono a Alejandro Giménez, nuestro amigo salteño que se uniría al grupo junto a Nicolás Pantaleón.

De Salta a San Antonio de los Cobres.
Alejandro es uno de los andinistas de altura mas activos de Argentina, con seis ascensos a montañas mayores a seis mil quinientos y con un total de 13 seis miles y un sin número de cinco miles, a marzo de 2002. Participó de la 8va. Expedición Argentina al Himalaya y en su carrera se destacan el primer ascenso de la ruta Arianos al pico ATA (Sistema Walter Penck), de la GPS en el Bonete (actual normal) y SE del Tres Cruces Sur. Habiendo recorrido la cordillera central, los Andes del Sur, la cordillera Blanca peruana y la real boliviana, es un enamorado de la Puna, sus desiertos y altos nevados.
Nos alojamos en su casa y compartimos la cena con Miriam y Gisell su esposa e hija.
Describir Salta es imposible, basta decir que conjuga el esplendor de la arquitectura colonial y la belleza del valle de Lerma.
Paseamos y degustamos las delicias salteñas: empanadas, humitas, tamales y locro. Visitamos la feria artesanal y nos asustamos de los precios y el sábado 23 de marzo festejamos el cumpleaños de Ale. Una animada reunión llena de andinistas fue el marco para el festejo. Ale aprovechó la ocasión para mostrar unas diapositivas que disfrutamos atentamente.
Uno de los mas activos del grupo era nuestro compañero de viaje Nicolás Pantaleón, salteño de 21 años, hijo de uno de los precursores del montañismo en Salta. Con su corta edad ya cuenta con un par de ascensos a seis miles y varias expediciones de alta montaña.
El domingo 24 luego de cargar todo y reacomodarnos los cinco, partimos hacia San Antonio de los Cobres. La quebrada del Río del Toro nos albergó plácida, pero la primer pinchadura de la segunda parte del viaje se hacía presente. Aunque parece que la quebrada fue nombrada por el macho vacuno en realidad la denominación proviene del quechua tturu que significa barro, en alusión a las grandes masas de limo, lodo y pedregullo que bajan por el caudal del río. Al llegar a Puerta de Tastil, la quebrada tuerce su rumbo y la pendiente cede. Allí, en Santa Rosa de Tastil aprovechamos a preguntar por Santillán, arqueólogo a cargo del museo y por nuestro conocido chamán. Al anochecer llegamos a la ex capital del territorio nacional de los Andes, a 3775 metros, octava localidad argentina en altura, aunque la mas poblada de las elevadas del país.
Al llegar nos alojamos en el hospedaje Belgrano, abonando por el pernocte y el desayuno $ 7 cada uno. Uno duerme en el piso y no hay agua caliente. Envueltos en el frío de la Puna vamos caminando hasta el restaurant “El Aguila”. Propiedad de Julio y Benito, sirven las mejores milanesas napolitanas con fritas de todo el norte argentino. En las paredes del establecimiento están colgadas las fotos de nuestro ascenso al Llullaillaco y una luego de aquella expedición en el viejo local de El Aguila a unas cuadras de su actual ubicación. Cenamos y miramos la entrega de los oscar para ver si podía ganar como mejor película extrajera “El hijo de la novia”, pero no pudo ser.
Al despertarnos el 25 nos reunimos en el comedor del albergue para desayunar y saludar a Paulo que cumplía 32 años. Compramos unos chorizos, para asarlos por la noche en Antofalla o donde nos encuentre el ocaso, para seguir con los festejos.
A las 10.45 hs. Salimos de San Antonio de los Cobres por la ruta 51 hacia el oeste. Despedirnos del pueblo nos costó como siempre, se siente que va a pasar mucho tiempo hasta volver a sentir la sequedad del aire, el frío de la noche y el calor del día. Durante la noche habíamos emparchado los dos auxilios y ya desconfiábamos de cada piedra que pisábamos. Las cubiertas tenían mas de 75.000 kilómetros...y ya se intuía el final.

Paisaje impactante, viejos conocidos y llegada a Antofalla
Subimos en zigzag hasta el alto Chorrillos a 4592 metros, donde nos detuvimos a realizar una respetuosa ofrenda en la apacheta y a observar el cerro San Jerónimo que subiera con Laura en abril del año anterior. Obvio comentario de Toni: que bien Laura como te siguió hasta la cumbre, y otros comentarios beneficiosos hacia ella, obvio el viejo siempre defiende a las mujeres.
Continuamos y vimos Olacapato, el pueblo mas alto de la Argentina a 4005 mts. Bajo la influencia de el Quewar avanzamos hasta Salar de Pocitos a 3713 metros y nos internamos en el salar. Cruzamos atentos y luego de recorrer 186 km. Desde San Antonio de los Cobres entramos a Tolar Grande. El pueblo nos recibió casi sin darse cuenta de nuestra presencia. Cargamos algo de gas oil y caminamos unas cuadras recordando otros viajes. Entramos al salar de Arizaro y la magnificencia del paisaje nos cautivó una vez mas. La visión del enorme territorio salado sobrecoge al viajero y el viento fuerte pero cálido lo acaricia. La visión del Antofalla en el horizonte nos marcaba la dirección y el reventón de la primera de las seis cubiertas marcaba la suerte del viaje. A 202 kilómetros del punto de partida pusimos rumbo sur hacia Mina Arita rodeados por el salar. El camino recorría recto el desierto y luego de algunas fotos y la visión del cono de Arita, llegamos a la mina. Saludamos a Carlos Rodríguez, que vive en la mina desde 1970, primero como operario, luego como cuidador, luego como único habitante y ahora como vecino de los geólogos que envió una minera desde el año 2001. Recordamos algunas anécdotas de anteriores pasos por Arita y continuamos por el camino que bordea a partir de éste punto el salar.
El recorrido continúa en franco sentido sur y a nuestro paso manadas de vicuñas y suris ganaban protagonismo a medida que avanzamos. El paisaje es señoreado por el Antafalla que con sus cuatro cumbres cubre el cuadrante sur oeste.
A 299 kilómetros de San Antonio de los Cobres dejamos de lado el desvío a Caballo Muerto, puesto desde el cual se aproxima al antes mencionado volcán Antofalla. El Tebequincho comienza a ganar escenario y por su ladera oeste el camino asciende hasta llegar al alto donde ya se visualiza el salar de Antofalla.
En zigzag suave comenzamos a descender al poblado por un trazado devenido en pedregal. Nuestro vehículo siente los golpes y la segunda cubierta del día perece ante la agresión del suelo. El paisaje del oasis dentro del entorno salado llama la atención y pronto estacionamos en el ingreso al poblado.
Antofalla es un caserío con escasa población, una capilla, un policía y algunas familias que cuidan de sus animales. Ningún vehículo transita sus callejuelas y llama la atención la vegetación que crece gracias a las acequias.
Todos los chicos del lugar rodearon rapidamente la camioneta y pronto se acercó Julia Reales que nos ofreció un lugar para pasar la noche.
Cambiamos la rueda, llevamos las mochilas, conseguimos un horno para cocinar los chorizos, prendimos el farol, destapamos el primer tinto y nos metimos en medio del vendaval al cuarto que oficiaba de cocina.
Cenamos los programados choripan, festejamos nuevamente el cumpleaños de Paulo y terminamos de tomar algunos vinos mas de los programados dejando algo pobres las reservas para los próximos días.

Exploración, búsqueda de información y partida incierta.
Al otro día nos levantamos tomamos unos mates y nos ayudaron a reparar una de las ruedas pinchadas así podíamos continuar. El arreglo fue “artesanal” con poxirán incluido. Por la tarde fuimos con Alejandro y un poblador de Antofalla hasta un alto desde donde vimos el Vallecito. El salar a nuestros pies mostraba sus 150 kilómetros de extención y llamaba la atención que en ningún punto sobrepase los 12 kilómetros. No veíamos la forma de aproximarnos y decidimos ir hasta Las Quinuas (o Las Quinas o Queñoas, vegetal de la puna) para hablar con algún baquiano. Cruzamos nuevamente el salar y recorrimos 56 kilómetros hasta el caserío. Allí conversamos con don Antonio Alancay y luego de presentarnos a su familia compuesta por su segunda esposa, su hermana y una sobrina nos relató que había estado con una minera en las laderas del volcán. No había agua y se podía llegar a casi 5000 metros. El acceso era complicado y largo, así que arreglamos para que nos acompañe en nuestra travesía.
Volvimos a Antofalla, cenamos mientras comentamos los nuevos planes y nos acostamos.
Salimos temprano hacia Las Quinuas y pasamos por Puesto Onas y Vega de Botijuela. Al llegar sobre las 9 a Las Quinuas don Antonio nos esperaba con su frazada y un bolsito. Pullover y gorro rojo, anteojos negros y 74 años en la Puna. De espíritu tranquilo y personalidad fuerte nuestro baquiano iría marcando el rumbo, aunque mucho no le entendiéramos debido a lo cerrado de su vocabulario.
Al salir del caserío las manos en alto de los familiares de don Antonio y el ladrido de los perros nos indicaron que ya estábamos en marcha. Bordeamos el salar y en Orohuasi tratamos de intuir por donde cruzar el salar. Aquí tiene 4,200 kilómetros de ancho y el cruce duró mas de 45 minutos. El tener solo un auxilio y las restantes cubiertas en malas condiciones reguló la marcha. Paulo, Toni y Nicolás cruzaron caminando mientras nosotros lo hicimos en el vehículo. El magnífico espectáculo de la naturaleza era invadido por los colores de la ropa de nuestros compañeros que se recortaban en el horizonte difusos por los efectos del calor en la sal. Ya del lado oriental del salar continuamos 9 km. Al sur y cruzamos nuevamente, en éste caso en un tramo de menos de un kilómetro de ancho. Continuamos sin encontrar rastro de ningún otro vehículo pese a que don Antonio creía descubrir lugares por donde había pasado antes con las exploraciones mineras. Avanzamos por un arenal y luego descendimos desde los 3770 metros hasta los 3509 de la vega previa a la Brea. En éste paraje se quedaría don Antonio en casa de Jesús Vazquez.
A 96,400 kilómetros de Antofalla llegamos a la Brea. (brea es un vegetal característico de la puna). Solo un rancho y algunos corrales. Salió a recibirnos Inés Vazquez y sus hijas María de 15 años y Cándida del Valle de 10. Saludaron a don Antonio e indagaron sobre nuestros proyectos. Nos contaron que Jesús estaba en Antofagasta de la Sierra y que otros dos hijos estaban en la otra casa que tienen en Las Chacras.
Comimos fiambre y pan y continuamos solos con las indicaciones de Don Antonio. Avanzamos 13 kilómetros y llegamos al “codito”. Costó mucho subir hasta sus 3823 metros y a partir de allí nuestro avance fue incierto. No encontramos huellas, tampoco el rumbo y menos vimos el Vallecito. Pese a que sacábamos rumbos y rugían los GPS, la intuición de otros y la activa presencia de los desalentadores comentarios del viejo Toni, jamás supimos donde ir, o mejor dicho solo supimos donde ir cuando retornamos a la Brea.
Allí descansaríamos y le pediríamos a don Antonio que nos acompañe el día de mañana. Volvimos tranquilos y al llegar realizamos una caminata. La Brea se encuentra en una hondonada donde se encuentra una salina. Hay agua que desciende de las alturas y la vegetación engalana el lugar. Mientras nosotros caminábamos Toni y Paulo armaron campamento en el mejor lugar que encontraron. Volvimos ya de nochecita luego de encontrarnos y saludar a Ricardo (11) y Edelmiro (17) que regresaban de Las Chacras. Cenamos y decidimos vivaquear bajo el estrellado cielo. Chistes, anécdotas, comentarios, planes, otros temas y el convencimiento que estábamos pasando una noche espectcular. Colchón, bolsas de pluma, buen clima y buenos amigos.....¿qué es eso? ¿agua? ¡Estamos inundados! ¿quién abrió la compuerta??? ¿qué pasó? ¡ mirá como me han dejado!....EL arroyo había cambiado el rumbo y pasaba sobre y bajo nosotros. Estábamos empapados y toda nuestra ropa también. Se complicaba la partida de mañana. Rumbeamos todos a la carpa y Toni ofuscado partió solo hacia otro lado. Chistes, anécdotas, comentarios, planes, otros temas y el convencimiento que Toni es poco sociable y no sabe elegir lugares para que vivaquiemos.(¿o si?)

Se resuelve la aproximación. El ascenso
Amaneció el 28 de marzo, mates, fotos y salimos. Alcanzamos el alto del camino (codito) y don Antonio encontró la huella minera. Superamos los 4000 metros y nos aproximamos al Vallecito desde el norte. El cerro se aprecia magnífico y junto con los cerros Colorados hacen del paisaje algo majestuoso. La Puna en su máxima rigurosidad muestra salares, conos volcánicos, nubes de polvo y muy poca nieve. La quebrada que seguímos nos llevó a 16 kilómetros de la base pero por un terreno con varios cortes. Decidimos intentar por el nor oeste y así rubeamos hacia el norte para corregir el rumbo. Pasamos por las Peñas Rojas y a partir de allí nos aproximamos directamente al cerro por el nor oeste.
Entrada la tarde la camioneta ya no pudo subir e instalamos el campo de altura a 5150 metros. Tres carpas y la camioneta protegida del viento. Cenamos atún, bondiola y ensalda rusa. Un café y sopas por la noche.
Dormimos Toni y Paulo, Ale y don Antonio y Nico y yo.
A las 6,15 hs salimos en medio de la noche y con mucho frío. Avanzamos rápidamente con las frontales. A medida que aclara el paso es mas firme y ganamos altura por el flanco nor este.
Ale va adelante y lo sigo intentando el mismo ritmo. Atrás viene Paulo, Nico y Toni. En un alto nos reunimos los cuatro mientras Alejandro avanza. Son varias las horas que ascendemos y a media mañana superamos el contrafuerte del este.
No hay vestigios de otros ascensos y continuamos con el sueño de ser los primeros en hollar la cumbre. Sospechamos que el cerro debe haber sido subido por los incas u otras culturas pero tampoco somos capaces de encontrar rastros.
Ascendemos por un sector de grandes rocas y luego por lajas planas. Ale se comunica conmigo por el handy y decidimos que va a buscar una posible ruta por el filo este de la pirámide cumbrera. Nosotros retomamos fuerzas justo debajo de la vertical de la cumbre. Nico avanza hacia el col que une la cumbre principal y la secudaria par ver si es posible ascender por allí. Aparentemente el camino elegido por Nicolás sería el mas lógico aunque un poco mas largo. Al rato se comunica Ale afirmando que el ascenso por el filo este es posible. Buscamos paso entre los grandes bloques ensayando algunos pasos utilizando las manos. Nicolás tuerce su rumbo y alcanza el filo mas arriba que nosotros.
En la base ya del filo cumbrero a 6000 metros comienza un sector de grandes bloques inestables que requieren de la utilización de las manos para avanzar en lo que sería una escalada de II grado. Dejo los bastones y continúo. Veo a Alejandro en lo que parece la cumbre y llego agitado hasta él.
Guille, no fuimos los primeros, me dice entregándome un tubito de rollo fotográfico. El no lo ha abierto esperando que yo lo hiciera. Saco la tapa y leo el testimonio del primer ascenso de Henri Barret el 14 de abril de 1999 a las 13, 35 hs. También está el del segundo ascenso del mismo Barret junto con Ricardo Magnien, el 8 de noviembre de 2001. Alejandro, afectado por el frio me dice que empieza a descender.

Cumplimos el sueño de la cumbre:
Algo confundido pensando quienes son los que nos precedieron avanzo hacia la cumbre. Diez minutos mas adelante encuentro a Nicolás que me grita que es la cumbre. Nos abrazamos y beso la piedra que está parada en el punto mas alto. Escribimos nuestro testimonio y lo dejamos en la pirca. El paisaje es magnífico y le nombro a Nico todos los cerros que nos rodean. El Condor reina en el sur y mas atrás toda la línea de 6500: Incahuasi, Ojos, Tres Cruces. Al norte El Antofalla y todos sus satélites. Al este toda una línea nevada y el salar de Antofalla y en linea recta el Peinado. Nos llama poderosamente la atención el sector de los bayos al sur este de nuestra atalaya. El oeste está ocupado por los cerros Colorados algo mas bajo que nosotros. También vemos la cumbre secundaria del Vallecito a nuestro noroeste. Son las 13, 15 horas.
Preparo la máquina de fotos y empiezo a gatillar una panorámica de 360º. Disparo la primera y el mecanismo se traba por el frio. Había traído la máquina sin la funda dentro de la mochila desde la última foto una hora atrás.
Nicolás que tenía la otra máquina había disparado todas, así que me quedo sin la foto de cumbre.
Llegan Paulo y Toni y nos abrazamos. Hay bastante viento y el frío habitual de estas alturas.
Me quedo con Nico mientras bajan Paulo y Toni. Juntos dedicamos la cumbre y lo anotamos en el testimonio.
El descenso es rápido y Ale recupera mi bastón. Nos reunimos en la base de la pirámide y desde allí vemos como bajan Toni y Paulo. En el acarreo que desciende hacia el campamento bajamos rápido entre nubes de polvo.
Llego a las 15 horas al campamento y me recibe don Antonio y me comenta que nos vio en la cumbre. Llega Nico y vemos como Ale pelea contra el viento que le arrebata la gorra. Una hora después llegan Toni y Paulo y luego de un descanso algo prolongado y de tomar agua comenzamos a desarmar campamento.
La camioneta arranca relativamente facil y a las 17,30 horas partimos hacia las Quinuas.
Estamos agotados y algunos dormitan. Anocheciendo pasamos por el desvío a la Brea y esta vez tomamos el camino alto (oeste).
Ya de noche avanzamos con las indicaciones de don Antonio que también cansado erra el rumbo un par de oportunidades y le cuesta encontrar el descenso a Orohuasi. En medio de la noche cerrada aún sin luna vislumbra el descenso y nos largamos al salar.
A las 21, 15 llegamos a la casa de don Antonio y prende el grupo electrógeno que la Municipalidad les provee. Nos preparan la cena: humitas, milanesa de llama, arroz y huevo frito. Nos tiramos en unos colchones que nos prestan y nos tapamos con colchas de llama.
Dormimos con el sueño cumplido de haber ascendido el cerro que en algún momento pareció que nos cerraba sus laderas.

Despedida de don Antonio y viaje a Antofagasta:
Amanecimos con calor tomamos mate cebado por Toni y nos convidan asado de llama. Arreglamos cuentas con don Antonio (guiada: $30 y cena $10). Nos despedimos deseando volver a vernos pronto y llevamos una carta de la señora de don Antonio para su hijo que vive en Tinogasta.
A las 8,30 salimos hacia Antofalla. Al llegar tomamos tres cervezas con Nico mientras los demás acomodan la carga. Comparto un buen momento con Nico charlando de montaña y riéndonos de anécdotas. Creo que con sus 21 años y sus enormes ganas puede llegar lejos, va a tener que saber enfocar el esfuerzo. Partimos hacia Antofagasta por el camino que cruza el salar frente a Vega de la Botijuela.
A 10 kilómetro del pueblo reventamos dos cubiertas y deben ir a buscar ayuda Nico y Ale. Justo pasa una camioneta y me voy a Antofagasta con las dos ruedas, donde las arreglamos y la policía nos alcanza luego de arreglarlas. Es semana santa y los precios están mas altos que el Vallecito. Se creen que porque andamos en 4 x 4 somos turistas y nos quieren cobrar todo lo que hacemos, decimos o insinuamos. En un arranque de autoridad salteña o del club Janajman Alejandro envía a Nicolás a conseguir albergue baratísimo o gratis, y teniendo en cuenta lo descrito anteriormente en un brete lo han metido al joven. Pero con astucia (y quizá por temor a la reprimenda de tan agria autoridad) consigue que nos alojen (gratis) en Gendarmería. Luego y en misión de cuidar nuestra economía, cenamos en un almacén que cocina por pedido.
La hostería está llena de turistas deseosos de gastar su dinero y nosotros estamos con ese característico olor a montaña que no coincide con éste lugar.
Charlamos un rato con unos artesanos y vamos de visita a la casa del montañista local donde nos muestra fotos de sus ascenso al Aconcagua, Illimani, Huayna Potosí y otros.
Nos acostamos tarde.
Domingo de Pascuas: almuerzo en el mismo lugar. Cordero y papas fritas.
Hablamos por teléfono y otra vez siento la lejanía de mis hijos. A la tarde hacemos un infructuoso intento de pesca con los gendarmes. Cena y a dormir.

Contratiempos y estadía en Tincalayo:
El lunes ya decididos a no continuar viaje rumbo al Pissis por el peligro que representan las cubiertas rumbeamos para San Antonio de los Cobres. Nos despedimos de Rolando y Ernesto (Popurri) y comenzamos a recorrer kilómetro por kilómetro esperando no escuchar el primer pinchazo, pero por fin llega el primero...luego el segundo y bueno también el tercero. Nos quedamos a 132 kilómetros de Antofagasta. El momento es tenso, no tenemos forma de arreglar las cubiertas. No hay nada cerca y debemos esperar a que pase alguien y quizá pasen algunos días para que ocurra.
Alejandro cree que podemos estar cerca de la mina Tincalayo por lo que en llanta avanzamos unos kilómetro por un camino que sale del principal. Nos detenemos y nos preparamos con Alejandro para salir caminando. Llevaremos bolsa de dormir agua y comida. Ale sube a una lomada para ver si hay algo y camina unos kilómetros con la esperanza de hallar algo y siguiendo su intuición. Mientras estoy terminando de preparar mi mochila suena el handy y Ale me dice que mire el camino que ya lo voy a ver.
Polvo y ¡un camión que viene!. Cada dos días bajan dos camiones a buscar agua por éste camino y nosotros tuvimos la suerte de encontrarlo media hora después que nos quedamos. Nos lleva a la mina y allí hablamos con Julio Betancur de Borax Argentina SA, que es el jefe a cargo.
Nos regala dos cubiertas usadas que las tienen para descarte pero no las podemos armar.
Decidimos llamar a Salta para que nos manden dos ruedas nuevas. A la noche llega Nicolás que decidió no pasar la noche en la camioneta y se vino para acá. Cenamos en el comedor de la mina y nos prestan una pieza para dormir.
Es 2 de abril y hace 20 años de la recuperación de las Malvinas. Desayunamos y el tiempo se hace largo. Charlamos en el comedor y pasamos el tiempo en la sala de juegos. Charlando con Nicolás durante la tarde, le dejo uno de los testimonios de cumbre que bajamos. Finalmente a la noche llegan las ruedas en una camioneta de Seis Eme SAIC.
El mismo Ing. Esquiú que las trajo nos alcanza hasta la camioneta (18,5 km.). Colocamos las ruedas y esa noche cenamos los cinco en el comedor de Tincalayo.
Por la mañana agradecemos a todos los que nos dieron una mano y partimos a San Antonio de los Cobres. Pasamos por el Abra del Gallo al mediodía y almorzamos en lo de Julio (restaurant El Aguila) las tradicionales napolitanas con fritas y huevo.

Despedida:
A la tarde estamos en Salta. Unos llamados a Mar del Plata indican que tenemos que salir de inmediato por graves inconvenientes laborales. Esa misma noche luego de unos lomitos con Alejandro salimos hacia Mar del Plata.
Dejamos en Salta a nuestro gran amigo Alejandro, uno de los andinistas que mas ascensos tiene en esta parte de la cordillera, que una vez mas nos enriqueció con su presencia. Su segundo 6000 del 2002 lo compartió con nosotros pero otros 3 ascendería para ser reconocido nuevamente como el montañista del año en Salta. También dejamos a Nicolás un nuevo amigo con quien confío en compartir muchas expediciones mas.
Sin saberlo en mi caso, era el último cerro que subiría en el año, mas problemas laborales lo impedirían. Pero el que si podría viajar sería Toni que en noviembre subiría junto con Nicolás la cumbre Hoygard del Nevado de Cachi.
Otro capítulo se cerró, otro sueño se cumplió. Ascendimos uno de los cerros mas ignotos de la cordillera, con poca información y haciendo gala de nuestro estilo de montañismo de exploración.



ASPECTO TÉCNICO:

Cerro: Vallecitos.
El cerro Vallecitos tiene una cumbre principal con forma piramidal y una secundaria al NO. El aspecto es cónico y se laza cerca de la frontera chileno argentina al este del Co. Colorados.
Altura: 6167 metros (IGM Argentina)
Primer ascenso:
Cumbre Alcanzada: Principal
Fecha de cumbre: 29 de marzo de 2001.
Ruta: Nueva Ruta en la faz Noreste
Se abrió una ruta nueva en la cara Noreste. Se accedió a la base del volcán donde se instaló el campamento de altura (5150 mts.). Desde allí se alcanzó la cumbre principal.
Integrantes: Alejandro Giménez (Salta), Nicolás Pantaleón (Salta), Paulo Durso (CAMP), Antonio Moreno (Miramar) y Guillermo Almaraz (CAMP).

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