martes, 13 de febrero de 2007

CICLO RAID VALLES CALCHAQUIES PROVINCIA DE SALTA

CICLO RAID VALLES CALCHAQUIES PROVINCIA DE SALTA
por: Antonio Moreno
La niebla, el viento y el frío nos rodean. Sin piedad nos obligan a avanzar arqueados sobre nuestras bicicletas, La Cuesta del Obispo no nos dá respiro… nos está cobrando un precio demasiado alto, pedalear a más de 3.000 metros de altura tiene su costo. Estamos extenuados por el esfuerzo, nuestros rostros lo denotan, la “Puna” ha hecho lo suyo… y para Cachi falta todavía mucho… si paramos a descansar, a los pocos minutos el frío se apodera de nosotros, ya hubo un principio de congelamiento en una mano… la montaña no es chiste, ¡nos damos ánimo! A algunos el apunamiento los hace llegar al límite, la trepada es brutal y parece que no termina nunca, estamos metidos en las nubes y no hay opción hay que llegar al punto más alto (3.620 mts.) Piedra del Molino, y ahí sí… comienza la bajada, ¿dormiremos en Cachi? Interiormente nos “agradecemos” el haber entrenado meses para esto…
La idea de hacer este viaje había prendido de a poco en nosotros, éramos 7 ciclo-aventureros, la mayoría de los cuales sin ninguna experiencia en pedalear en montaña. El grupo era bastante heterogéneo, las edades oscilaban de los 18 a los 55 años y como siempre sucede los “viejos” eran los que yá habían vivido otros raídes montañeros en las dos “ruedas”. Estos, por supuesto, trataban de moderar los “ímpetus juveniles”, a veces lo lograban… El viaje había comenzado el día anterior partiendo desde El Carril y haciendo nuestra modesta primer etapa poco más allá de Escoipe, pese a ser solamente unos 40 Km. Yá la cuesta y el ripio nos dio un anticipo de lo que nos esperaba… de todas maneras estábamos hambrientos de grandes espacios para pedalearlos sin restricciones de horario, desde el vamos la montaña nos observaba desafiando a la gravedad, y poco a poco nos iba haciendo sentir sus “leyes”, asombrados y al mismo tiempo ansiosos penetramos de a poco en sus dominios. Después de nuestro primer campamento y envueltos en una pertinaz neblina habíamos empezado el segundo día de nuestro raíd. Nos esperaban 21 Kms. De subida, el entusiasmo y el buen ánimo eran fieles escoltas del grupo, también una llovizna y el barro que levantaban las ruedas, llegando a todas partes. “meter un cambio” en nuestras mountain era dificultoso, la montaña nos cobraba su peaje; el grupo vá cada vez más lento, pero con firmeza, a nadie le pasa por la cabeza retroceder, las circunstancias nos llevan poco a poco a un auto examen: tenemos todos los síntomas de la falta de oxígeno, de improviso en medio de la niebla y la llovizna una forma “ajena” a la montaña, y ¡sí! Al fin… Piedra del Molino con su campana que tocamos para festejar el haber llegado hasta ahí. Nos damos el abrazo entre todos, las fotos de rigor y ¡a bajar! Queremos llegar al sol, ver nuestro Norte bajo sus rayos, llevamos dos días bajo la niebla e intuímos que nos esperan allá abajo paisajes maravillosos.
Nos “mandamos” como locos cuesta abajo, embriagados “volamos” por una estepa árida después de dos días subiendo constantemente, por fín… plato grande y piñón chico, hay partes arenosas que nos hacen derrapar… ¡no importa! Nos sentimos “fuertes” con esa fuerza que viene de adentro, de haber podido sobreponerse a la dura exigencia física de la cuesta ¡que yá fue! Poco a poco la bajada se atenúa y retomamos a un ritmo más normal, el sol se hace presente y lo disfrutamos como nunca, son las 14 hs. Ya tenemos 7 horas arriba de la bici 6 subiendo y 1 bajando, tomamos una curva amplia y vemos la recta del Tin Tin más de 10 Kms que se pierden en una línea amarilla en el horizonte, ya empezamos a presentir que vamos a poder cumplir la etapa planeada, pero la recta también tiene lo suyo… el ripio se pone imposible y las ruedas empiezan a dejar un surco en las partes arenosas y aunque leve, volvemos a trepar nuevamente… y la recta que no termina nunca!, las castigadas piernas nos dicen Basta!, pero apretamos los dientes y seguimos, Payogasta no puede estar muy lejos y ya sabemos que desde allí son 10 Kms más y llegamos a Cachi, y Cachi es un buen baño, es dormir en una cama, es comer en una mesa… es descansar y reponer fuerzas. Finalmente después de “un siglo” vamos de a poco metiéndonos en una inmensa curva, nos paramos en la bici para ver qué hay más allá y sólo vemos piedras y cielo, nos miramos interrogándonos, ¡el mapa! No puede estar errado… payogasta ya tendría que verse, salimos de una curva y nos topamos con un cementerio… hacemos un kilómetro más y de repente aparece Payogasta.. metida en un valle,¡como escondiéndose de nuestras miradas!. Una breve parada y yá salimos de vuelta con viento fuerte en contra, el sol bastante bajo en el horizonte nos vió llegar a Cachi, habíamos hecho la etapa más difícil del viaje, de ahí en adelante el camino era semi-llano, con subidas y bajadas más normales y a unos 2.200 metros de altura en su mayor parte, por lo tanto el problema de la puna ya no existía. Bien temprano arrancamos para el próximo pueblo Molinos distante unos 60 Kms. Íbamos bordeando el río Calchaquí, el sol ya era decididamente nuestro compañero, los campesinos detenían su trabajo para observar la caravana ciclística, los siete pedaleábamos, por primera vez desde el comienzo del viaje sin grandes exigencias físicas, asombrados por la belleza del paisaje que nos abrumaba con el verde de los pequeños valles prolijamente sembrados y ese azul cielo que sólo en nuestro Norte se dá… los kilómetros pasan sin darnos cuenta, flanqueados por álamos y sauces el camino discurría entre pequeños caseríos de adobe y los cerros nos vigilaban desde lo alto. Al medidía paramos en Seclantás, pueblo con el característico encanto norteño, almorzamos unos sandwichs de milanesa típicos del Norte, con un poco de todo y recostados en el pasto de una diminuta placita con música de fondo de los pájaros y acariciados por el sol, cultivamos el perdido arte de… ¡no hacer nada!, nuestros ayeres estaban muy alejados en esos momentos, era enorme el cúmulo de experiencias nuevas vivídas en esos tres días de pedaleo, viajar en bici proporciona una intensidad muy especial en los sentidos… uno contempla todo y establece un vínculo con el paisaje que vá más allá de las palabras. Dice el gran Atahualpa Yupanqui, “En el Norte, la profundidad del paisaje y el silencio contagian al forastero y como si una sensación superior rescatara la virtud, uno se siente humilde, insignificante, en ese escenario donde la vida ¡es tan simple! Y tan dura como las piedras”. Finalmente entramos en Molinos al atardecer, mucho más enteros que jornadas anteriores, pudimos rentar una modesta casa para pasar la noche e inmediatamente iniciamos tareas que ya no podíamos posponer por más tiempo; lavar la ropa, limpiar, ajustar y lubricar nuestras mountain, ordenar nuestros bártulos bañarnos y lo más importante comer, comer y comer…
Y otro dá comenzaba … partimos rumbo a Angastaco al amanecer, ya bastante veteranos en eso de lidiar con el ripio, a veces, también para matizar tramos de arena, los qu nos dejaban “clavados” ¡pero no importaba! A esa altura del viaje aceptábamos las dificultades que nos oponía el camino como una cosa natural, cómo una oportunidad para superarnos en ese hermoso deporte-aventura que es el ciclismo en la montaña. El clima con su extrema sequedad y el sol sin pausa que “pegaba fuerte” eran también condimentos que a través de los kilómetros “pesaban” sobre nuestras piernas, pero en el grupo no se veían caras que no reflejaran satisfacción por lo que se estaba haciendo, y así… sin casi darnos cuenta eran las 3 de la tarde, cuando ya curtidos por el sol los rostros, nos encontramos rodando por Angastaco, hermoso pueblo custodiado por cerros coloridos, que nos invitaban a treparlos, cosa que hicimos después de instalarnos, gratuitamente, invitados por el señor Intendente, en el camping municipal, dándonos una muestra de la tradicional hospitalidad de la gente del Norte, ala cual quedamos muy agradecidos.
Al día siguiente apenas clareó ya estábamos pedal y pedal rumbo a Cafayate, empezamos a ver formaciones rocosas extrañas y a lo lejos, como diciéndonos adiós, el nevado de Cachi, nos regalaba su cumbre blanca. Pasamos la Quebrada de la Flecha y siempre bordeando el río Calchaquí, aparecieron unos pequeños viñedos, como anunciándonos que ya estábamos cerca de los famosos valles viñateros de Cafayate, en ese tramo sucedió la primer avería importante en una de las bicis, rotura del cable selector de cambios, oportunidad que tubo, para mostrar sus conocimientos el “mecánico” del grupo “Tino”, solucionando el problema en media hora, pudimos seguir en camino. Al mediodía llegamos al asfalto, después de unos 250 Km. De ripio con arenales y serruchos… nos parecía “volar” y los K/h subieron considerablemente… nuestro deleite era indisimulable y rodamos bastante “desbocados” durante un buen trecho, bebiéndonos los vientos mientras nuestros fieles “fierros” nos pedían ruta… cuándo se fueron calmando los ímpetus, arribamos a San Carlos donde almorzamos un locro norteño, del cual ,su cocinero, recibió nuestras calurosas felicitaciones.
Después de una breve recorrida por San Carlos, hermoso pueblo flanqueado por imponentes cerros, sacamos unas fotos con el fondo majestuoso de las cumbres acariciadas por las nubes.
La intensidad con que se manifiesta la vida en estos valles con su variedad de verdes, los ocres de las montañas y el azul intenso del cielo, es imposible de describir, nuestro Norte es para verlo y “sentirlo”, todas las palabras son inútiles, y cuando uno regresa, se llega a extrañarlo, tiempo que nos dá para descubrir la belleza de lo simple.
Los 24 Kms. Que nos restaban para llegar a Cafayate, ya sobre asfalto, fueron “devorados” por el grupo mientras íbamos bajo la protectora sombra de alamedas a la vera del camino observábamos inmensos viñedos por ambos lados, producto del trabajo de generaciones, que transformaron años atrás, tierras áridas en valles verdes mediante el riego por acequias. A media tarde entramos a Cafayate donde de inmediato nos alojamos en un cálido hospedaje, una vez bañados, comidos y atendidos nuestros medios de movilidad, previa mateada… salimos a dar la “vuelta del perro” por la ciudad donde pudimos apreciar una excelente variedad de artesanías regionales y frutas secas de la región, a las cuales les hicimos honor y como no podía ser de otra manera! Probamos los vinos famosos del valle, que damos fé! Son exquisitos.
Y ya amaneciendo el sol nos sorprendió saliendo de Cafayate iniciando la etapa má larga del raid… unos 95 Kms. Hasta Alemanía un pueblo prácticamente “fantasma” solo unas pocas familias habita ese lugar, otrora cabecera del ferrocarril, hoy el puente sobre el río se vé invadido por la maleza, que con la complicidad de los años a desplazado al tren. A unos 15 Km. De la ciudad comienza la quebrada de Cafayate cuyas formaciones rocosas, los Castillos, el Obelisco, el Fraile, el Sapo, el Anfiteatro, la Garganta del Diablo, etc. Ponen a prueba nuestra capacidad de asombro, con su colorido sin par, una vez más la naturaleza nos demostraba lo infinito de su creación… atrapados por el entorno y a pesar de un fuerte viento en contra íbamos haciendo kilómetros sin darnos cuenta, sabedores que después de cada curva en el camino, una nueva sorpresa nos volvía a enriquecer el espíritu.
Y así de asombro en asombro apareció un cartel que nos indicó que ya estábamos en Alemanía., finalmente cuando nos apeábamos de las bicis tomamos conciencia de lo cansados que habíamos llegado, el viento desfavorable, el sol y los kilómetros dijeron “presente” ¡recién ahí!… antes, el soberbio paisaje no nos había dejado.
Después de armar nuestras carpas algunos “atrevidos” se dieron un baño en el río. Otros después de comer como búfalos hambrientos, exploraron el lugar y al final el grupo se dividió entre los que se fueron a descansar (léase dormir) y los que optaron por ascender a un modesto cerro de las cercanías, pero como es natural no bien cayó el sol …. Todos sin excepción y a pedido de nuestros cuerpos “desaparecimos” en nuestras bolsas de dormir.
A la mañana ya estábamos pedaleando nuestra última etapa que era el Carril donde completábamos el círculo que forma el circuito de los valles calchaquíes.
Todo el trayecto es prácticamente llano y cómo se vá bajando de altura el verde invade paulatinamente el paisaje, tras haber pasado por la Viña y Moldes sin novedad, pusimos fin al raíd habiendo adquirido experiencias y vivencias inolvidables, yá nos sentíamos poseídos por la nostalgia…. Prometiéndonos volver.
Después de siete días de pedaleo, subimos a la trafic, que en 36 horas de viaje nos dejó en nuestra querida Miramar.
Los integrantes del grupo:
Hector Elgueta
Osvaldo Castán
Diego Rizo
Julián Castán
Pikí Orellano
Tino Montagne
Antnio Moreno

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